A raiz del episodio de Botswana, la figura del rey se ha puesto en entredicho. Los antimonárquicos han aprovechado el momento para lanzarse al ataque, y parece que, en comparación con otras ocasiones, hay más. Por su parte, los monárquicos han intentando capear el temporal recurriendo a los servicios prestados por el monarca. No seré yo el que niegue a su majestad lo que ha hecho bien, pero eso no debe impedir que nos planteemos si una monarquía es compatible con una democracia.
El otro día, un amigo mio parado se interesó por una plaza de basurero. Este amigo y un centenar de candidatos más contaban con una excelente preparación universitaria y tuvieron que competir por un puesto para el que estaban sobrecualificados: colgarse de un camión y cargar bolsas negras arriba y abajo. Mi amigo no consiguió el puesto, pero les puedo asegurar que ahora, en su pueblo, tienen a los basureros mejor preparados de la historia. Así sucede para casi todos los trabajos en España, pero no para el más importante.
Hacemos exámenes, convocamos oposiciones, evaluamos y votamos candidatos para todo, menos para elegir al máximo representante de nuestro país. Para eso confiamos en el azar, en que el hijo de alguien sea el mejor sujeto para el puesto, eso es, una posibilidad entre unos cuarenta y cinco millones de habitantes. Y si aspiramos a que dos reyes consecutivos sean los mejores para el cargo, ya se trata de una entre dos mil veinticinco millones apróximadamente.
Al mismo tiempo, la monarquía es una puñalada al espíritu democrático, puesto que ni podemos elegir a quien nos ha de representar, ni permite a los ciudadanos albergar el anhelo de representar a su país. Por otro lado, hasta ahora, los que defendían la institución con argumentos más allá del tradicionalismo y el romanticismo, aseguraban que el rey estaba en sintonía con el pueblo y que, al no pertenecer a ningún partido político, permitía aglutinar a toda la población y que esta se viera representada. Desgraciadamente, la excursión a Botswana en medio de una crisis sin precedentes y con record de parados, desmiente lo primero. Para lo segundo, quizá estemos menospreciando la madurez de nuestra democracia, pero en ese caso, bastaría con diseñar un proceso de elección con candidatos desvinculados de los partidos.
Así pues, parece que tenemos más derecho a tener basureros excelentes que a tener el mejor jefe de estado posible, y si he ofendido a algún monárquico con esta comparación, siempre puedo arreglarlo todo con unas simples palabras: lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir.
Amadeu Branera Gubern
31 de mayo de 2012
Chandal
May 31, 2012 at 12:58 pm
Deberias multiplicar esas probabilidades por dos o mas. Ten en cuenta que (1) por el momento, solo los hombres pueden rey y solo las mujeres reinas (bueno, hay cosas por ahi que podrian ser las dos cosas) y (2) deberias tener edad laboral.
Animo, Amadeu, puedes conseguirlo…