Si este es doctor…
El intelectual tradicional está en decadencia. Francesc Cambó atribuyó a los intelectuales los pecados del orgullo y la soberbia, y desde este punto de vista es fácil entender por qué aquel intelectual con capacidad de pensar la realidad social y cultural y de influir críticamente en la opinión pública ha perdido la capacidad de ser modelo moral.
Para influir en la opinión pública hay que salir en los medios, pero lo que vemos omnipresente en la televisión son personajes como Belén Esteban. Así, es fácil imaginar como tienen que sentirse los sabios que han dedicado toda su vida al estudio. Unos se resignarán y renunciarán a influir, pero los más orgullosos, no podrán soportar su propia incapacidad de crear opinión y a cambio, repetirán sin cesar lo que el público pide. No quieren perder lectores con ideas impertinentes o impopulares, aunque fueran las más necesarias: sus egos no lo aceptarían.
Pero no todos los intelectuales son como decía Cambó, incluso los hay más peligrosos. Se trata de los intelectuales que son capaces de renunciar al reconocimiento público y tienen bastante con el reconocimiento de las élites gobernantes, estos intelectuales que se convierten en ideólogos en la sombra y que con su tarea dirigen el mundo. Eso sí, estos personajes, a pesar de ser muy poderosos, tampoco se convierten en modelos culturales o morales, puesto que permanecen alejados de la opinión pública.
La situación, por lo tanto, es crítica y parte de la culpa es nuestra. Somos nosotros los que, elevando falsos ídolos mediáticos, hemos ignorado a los intelectuales que, a pesar de sus pecados, todavía podían iluminarnos. Una actuación con la que hemos creado el caldo de cultivo perfecto para que oscuros ideólogos puedan dirigir una población, carecida de referentes morales y culturales válidos, de la que se pueden aprovechar.